lunes, 29 de julio de 2013

LENGUA CASTELLANA Y SU DESUSO EN EL INTERNET


En las últimas décadas hemos visto con desborde de límites cómo evoluciona la necesidad de no quedarse con una sola profesión y mucho menos sin sus respectivos posgrados; y ni hablar del bilingüismo que en un mercado globalizado es en lo primero en lo que debemos pensar los profesionales de hoy. Junto a este proceso, el internet es el amante por excelencia que han preferido los educandos de nuestro tiempo como compañía número uno de estudio, dejando de lado libros y documentos valiosos que esconden los verdaderos códigos de un buen aprendizaje.

El internet ha ofrecido una baraja infinita de opciones de uso, situación que ha sido tergiversada por la gran mayoría de consumidores que han visto en ese mundo vehemente la posibilidad de un universo único de vida. Ya no es necesario salir de casa, ahora todo se realiza a través del computador. Esto visto trivialmente suena fantástico, pero cuando tocamos el terreno del facilismo es otra cosa. Nuestra lengua castellana tiene un cierto grado de complejidad refiriéndonos a su gramática y extenso números de palabras, a pesar de esto, cuando surge el apogeo del internet en teléfonos celulares, el idioma nuestro pareció haber sufrido la mayor de las crueldades.
Gabriel García Márquez decía: “Cuando empecé en el oficio tuve grandes maestros que no me perdonaban un adjetivo fuera de lugar, los jóvenes de ahora escriben a la buena de Dios. Nadie tiene tiempo para enseñarles”. Qué apreciación tan acertada, los jóvenes de este siglo no han sido reproductores de la lengua de Cervantes sufriendo lo que yo llamo “complejo americano”, porque para ser aceptado socialmente hay que hablar spanglish y ello no obliga a conocer nuestra gramática. Lo particular es que este fenómeno no sucede en otras lenguas extranjeras, donde sí defienden sus idiomas a muerte. Triste.

Estos códigos en “chat” y otros medios del internet funcionan así:
Omisión de las diferencias entre las consonantes C, K, Q, por ejemplo: “aquí” se escribe “aki”, “qué” se escribe “ke” o en el peor de los casos “porqué” es “xq”. Es decir que “kasa”, “keso” o “kijote” deberían escribirse así sin traumas gramaticales.

Fusión de los sonidos C y Z, es decir, para qué darse mala vida si podemos escribir las palabras que producen este sonido con S y asunto resuelto. Por consiguiente estos ejemplos quedarían así: sapato, sesilia, asul. Es el mismo caso de los sonidos de la “B” y “V” que para estos artífices idiomáticos no existe diferencia.
Y por aquello de no perder tiempo escribiendo caracteres de más, sugieren la desaparición de la doble C que ha sido suplantada por la X. Ejemplo: Oxidental, axidente, axion. Lo mismo sucede con la “Ll” reemplazada por la “Y”. Ejemplo: yevar, casteyano, yegando, etc.

La “H” que en vez de ser muda, es fantasma, puesto que casi nunca la colocan, dejaría las siguientes palabras así: alkool, sanaoria, ablaremos, ay.
La “G” y “J” son otras consonantes que generan polémica pues casi nunca respetan las diferencias de cada una. Ejemplo: dirijir, jerenciar, jitana.

Otra calamidad en nuestro idioma son los acentos átonos y tónicos. Un estudiante me lo reclamaba en una ocasión: “profe pero para qué esa rayita, eso no sirve pa´ na”. Aquí es donde “el complejo americano” aflora, no olvidemos que el idioma anglosajón no lleva tilde, dejando el significado y pronunciación de las palabras al sentido común.
Y ni qué decir de la “Ñ” bajo la excusa “mi teclado americano no la trae”. O de la consonante “d” en el participio de algunas palabras. Ejemplo: pasao, arrebatao, caminao, llevao.

Este particular idioma callejero, pregona el resultado de una pobre alimentación lingüística adquirida gracias al facilismo y la guerra de la inmediatez, porque es más rápido copiar y pegar un documento de Wikipedia que leer un buen libro y escudriñar sus entrañas para enriquecer nuestro intelecto. El internet es una herramienta bendita porque gracias a ella el mundo ha evolucionado exorbitantemente. Pero se requiere de responsabilidad y madurez a la hora de usarlo, para ver si así dejan de llamarnos subdesarrollados.

 

 

 

 

lunes, 22 de julio de 2013

EL ESCARLATA DE LA GUERRA COLOMBIANA

A veces pienso el porqué de tanta guerra en el mundo, quién o qué motiva a los hombres a matarse, un conflicto donde las víctimas distan de ser los generadores del principal móvil de un estado en beligerancia. Estamos acostumbrados a escuchar sobre sangre y muerte en los  países del Oriente Medio, donde se lucha una constante reyerta religiosa que viene desde los tiempos de Cristo. Si echamos un vistazo a Japón observamos una constante presión por controlar la densidad poblacional, que conduce a muchas mujeres a frustrar sus embarazos, aunque esta práctica es legal genera en ellas un impacto sicológico de odio y dolor. En África por ejemplo, no me alcanzarían las páginas del periódico para decir lo que pienso sobre la violación de los derechos de la mujer en una guerra sin final que parece tomar fuerza.  En fin, sería un absurdo hablar del desorden de la casa del vecino sin empezar por lo menos a arreglar la nuestra.

Aquí en mi querida Colombia, vivimos una guerra de hace casi un siglo que viola muchos derechos de la mujer, los niños, del trabajo, el servicio de salud, educación… Entonces ¿cuál es la peor guerra? La que viven grupos insurgentes que intercambian balas en nuestras selvas o la de los corruptos de la empresa pública o privada, o la que inició en las entrañas de un hogar que no tuvo pan para el desayuno. Más bien la pregunta es ¿dónde empieza la guerra? En la injusticia y la desigualdad, en otras palabras en una “guerra sucia”.

Actualmente Colombia está entre los quince países más pobres del mundo, difícil imaginarlo porque contamos con grandes minas, innumerables recursos naturales, dos océanos, una gran riqueza hidrográfica, selvas, fauna y flora, nuestra ubicación geográfica es de las mejores del mundo, contamos con el 10% de la biodiversidad mundial, somos ricos pero uno de los más pobres. Qué paradoja. El 46% de los colombianos está inmerso en la pobreza y ésta cifra va en crecimiento.

Cuando hay injusticia también hay desigualdad en un pueblo que atiborrado por el dolor y el odio decide iniciar una guerra por hacer cumplir sus derechos. ¿Ya me entienden por qué todo está relacionado? El conflicto de intereses es un cáncer que favorece a los que tienen la sartén por el mango, ese al que le dio la gana de acabar con un pedazo de nuestro bosque para fabricar un monstruo de concreto que genera empleo pero a la vez desplaza campesinos, tribus indígenas y desequilibra el ecosistema. No muy lejos de allí, en la gran ciudad, asesinan un extranjero que cumplía labores de espionaje y en menos de 24 horas el crimen estaba resuelto, pero la muerte de un ciudadano común y corriente cuya familia carece de poder y dinero, se queda sin resolver.

Y la salud en qué lugar queda. Según la Encuesta Gallup de abril de este año, ocho de cada diez colombianos desaprueban la forma cómo se enfrentan los problemas de salud cuyas condiciones en vez de mejorar empeoran. Nuestro sistema de salud arrastra consigo muchas fallas que lo han convertido en el problema más delicado del país, esto también genera guerra, o díganme Uds. qué opinan de la muerte de un niño de dos años que no pudo ser atendido porque la negligencia médica no lo permitió bajo el pretexto “no tenía carné” o los llamados “paseos de la muerte”.

O como diría un gran amigo “por qué no ponen a vivir a un congresista con el salario mínimo a ver si toman consciencia”, el SMV aumentó en 2013 sólo $22.800  quedando un total de $589.500 cifra que reciben más de 11 millones de colombianos, y de ahí hay que pagar colegio, mercado, arriendo y vayan sacando cuentas. ¿Será que esto no genera guerra?

Dejo abierta la puerta de la reflexión, hay que salir del atolladero en el que estamos inmersos con estrategia y sabiduría para que en nuestros hogares quedemos por fuera de una guerra en la que nos han obligado a participar.

viernes, 19 de julio de 2013

DEL VERBO PERREAR



Según el Diccionario de la Lengua Española el término “perrear” tiene tres significados:    1. Quitar con engaño; 2. Menospreciar a alguien; 3. Dicho de un hombre: andar con muchas mujeres.

A inicios de la década de 2 mil, el verbo floreció como jardín en primavera en un género musical que estaba empezando a robarse la atención de muchos: el reggaetón. Sus letras se han caracterizado por utilizar inusitadamente este término, al punto de convertirlo en moda, tanto, que hoy día el estado natural de una buena rumba es “perreando”.

Cuánta sugestión produce en una persona el hecho de bailar una canción cuya invitación es perrear en la cama, en el baile, en la playa, pero lo más triste de todo es que el gerundio, según el mensaje de las canciones, va dirigido solo a la mujer con expresiones como: perrea mami perrea, y la RAE es clara cuando la define especificando “dicho de un hombre…” mas no “dicho de una mujer…”

En la tarea de examinar el concepto personal de algunos cantantes de música urbana encontré un epítome de palabras que analizándolas en profundidad todas giran en torno a una sola cosa, sexo y baile. Algunas de las respuestas concluyen lo siguiente: “irse a la disco a buscar hombres o mujeres”, “para nosotros los reguetoneros es la forma de bailar eróticamente”, “buscar mujeres perras”, “pandearse al momento de bailar”… etc. Lo particular de los anteriores significados, es que son desconocidos para la mayoría de las personas quienes no saben a qué se refieren cuando lo expresan.

Mucho se ha dicho sobre el abuso a la mujer, infinitas marchas y campañas en contra del maltrato de género toman protagonismo en los medios de comunicación. El respeto ha sido reemplazado por la violación a nuestros derechos. En alguna oportunidad discutía este tema con alguien, quien desde su punto de vista afirmaba que la mujer no provocaba sexualmente a un hombre, es más, una mujer podía sin tapujos salir a la calle desnuda y esto no es motivo para que la irrespetaran porque era su derecho a lucir y estar como quisiera. ¿Será que en esta sociedad donde la mujer es la estrategia de venta más grande de la historia podríamos aplicar el anterior concepto sin generar polémica?

Estamos saturados de ver a la mujer desnuda como guerrera sexual en avisos comerciales y publicitarios que tengan o no que ver con su cuerpo; desde un helado, una gaseosa o una simple crema necesita hoy día, según los publicistas, a una mujer desnuda y expuesta en una vitrina de venta, algo en lo que todavía no puedo estar de acuerdo. Lo más penoso es que a la mujer nadie la está obligando a hacer una u otra cosa, con ello quiero decir, que parte de los valores que se han perdido es porque las mujeres lo hemos permitido dejándonos llevar de un modelo erróneo que la sociedad misma nos ha creado. Llevamos más de una década “perreando” al son de los nuevos géneros musicales y aún no nos damos cuenta de los oprobios que acompañan dichas dedicatorias.

Quiero advertir, que no le estoy lanzando dardos a un género musical en especial, en cambio sí a las letras de canciones de toda naturaleza y cultura del mundo, a cuyos autores se le acabaron las ideas arremetiendo con lo primero que se le viene a la mente: sexo y mujeres, expresando frases como: “acércate bandida hagámoslo a escondidas” o “ven nena para fracturarte en la rumba que está muy buena” o ésta aún más romántica “cuando te conocí anoche, antes de que abrieras tu hueco, tenía respeto por ti nena…”

La pregunta es, ¿llegará el día en que nos revelemos unánimemente y exijamos el trabajito de leer a Pablo Neruda? Mujeres, llegó la hora de la emancipación de género, para elevar nuestro cuerpo a patrimonio esencial y único del ser.

 

 

miércoles, 10 de julio de 2013

POR UNA TELEVISIÓN MÁS PROPOSITIVA



No sé qué pasa por la mente de los productores de televisión en este país, ¿será que en Colombia se acabaron las ideas? Denota mucho ingenio el hecho de tomar la vida de un personaje que ha marcado la historia de una nación y llevarla a la pantalla chica o la grande o la mediana, la que sea, en fin, y mostrarla con la mayor imparcialidad posible desde todas las perspectivas; estoy segura, y no quiero parecer egoísta, pero es que he tenido la oportunidad de hablar con muchas personas, de lo embotado que tienen los sentidos los televidentes, frente a los temas que giran en torno de las nuevas series y telenovelas de los canales nacionales de este país. No quiero demeritar el trabajo que sin duda es excelente y lleno de profesionalismo, notándose la tecnología de punta que está siendo utilizada, aun cuando se le puede dar mejor provecho.

Hace unos días me senté a conversar con una mujer de 70 años, conocedora de la vida, nuestro tema de charla dista de aquello que apunto en este escrito, cuando de pronto sin querer queriendo me mete el dedo en la llaga. Sí, su nieto de 13 años sueña con ser un capo de la mafia del narcotráfico, manejar vehículos de altísima gama y andar con mujeres “buenonas” con curvas notorias y protuberantes. Ipso facto saltamos a lo que yo llamo “el pan de cada día”.
En la mañana encendemos el televisor y no existe propuesta diferente a la de ver tres presentadores hablando de las producciones que se emiten en los horarios nocturnos, y peor aún, tratando los capítulos ya pasados. En las tardes tenemos a nuestra vista un buffet completo de enlatados extranjeros que sabrá Dios en qué época fueron emitidos en sus países de origen. Y no faltaba más los reality que se apoderan de la más amplia sintonía, cuyo contenido es un compendio de improperios hacia sus mismos compañeros de aventura donde la intolerancia se abre camino cada emisión.

En Colombia, un país donde hemos saboreado  los ingredientes principales de la guerra: la corrupción, el egoísmo, la desigualdad, la mentira, la burla… y la lista sigue, necesitamos oxigenar la mente, la prostitución y el narcotráfico no es lo único que sabemos hacer. Qué pasó con la vida de Gabriel García Márquez, Carlos “el pibe” Valderrama, Jorge Eliécer Gaitán, Manuel Elkin Patarroyo, y la lista continúa, personajes que han cambiado positivamente nuestra historia  cuyas vidas merecen ser contadas. Y qué decir de la publicidad, constante y pedante, burbujeante de erotismo y sexualidad… porque es que nada tiene que ver una paleta de chocolate con los labios rojos y carnosos de una mujer contoneando su lengua a la máxima expresión.

En el mundo contemporáneo tener medios de comunicación es tener poder, ya los jefes no preguntan si la historia que se cuenta es verdadera, interesa más el hecho de que se venda. Y como diría mi estimado Ryszard Kapuscinski “ahora que la información es una mercancía bajo las leyes del mercado… hoy el soldado de nuestro oficio no investiga en la búsqueda de la verdad, sino con el fin de hallar acontecimientos sensacionales…”

Dejo abierta la puerta a la reflexión, es calidad no cantidad. Nuestros jóvenes tienen sed de una televisión más propositiva, inspiradora, que invite al ejemplo, los grandes maestros deben ser los mismos medios de comunicación con una alta responsabilidad social, y no como muchos piensan, que mostrando lo que se vende es como se hace el mejor trabajo. Ideas señores, las necesitamos y urgente.

 

 

¿DE QUIÉN ES LA CULPA?

Soy una mujer de pensamientos libérrimos que no distan de los valores y el sentido real de una vida llevada con los pies en la tierra. Aun cuando la subjetividad me alberga como a todo ser humano siento que tengo razón cuando pienso en lo inmiscuido que están los medios de comunicación, incluyendo a las redes sociales, en el carácter de nuestros jóvenes, sin absolver a los mismo padres de familia. Hoy por hoy es tan común escuchar noticias como: “adolescente de 13 años queda embarazada por participar en juego sexual”; “Lo conoció por Facebook y después de un tiempo la secuestró, violó y asesinó”; “Descubren rumbas infantiles clandestinas en el sur de la ciudad”; “Decomisan arma blanca a menor de edad en el colegio…”

¿Será que ahora sí, todo tiempo pasado fue mejor? En otras épocas las “diabluras”, que era el calificativo máximo de un mal comportamiento según nuestros abuelos, no eran mayores a un grito de rebeldía o un escape fortuito de la casa. Hoy es casi inexplicable lo que para muchos padres se ha convertido en una etapa natural: “se me salió de las manos”, “es que eso es lo que ve en la televisión”, “y cómo hago yo para que deje de imitar todo lo que ve en internet”, “la culpa es de ese blackberry que le compró su papá”, en fin, y de excusas en excusas se nos va la vida justificando nuestra mala crianza.

Nos quejamos de la influencia de la radio, la TV. y la prensa escrita en nuestros hijos, pero no tenemos tiempo para detenernos y hacer una introspección diagnosticando la causa del problema; desde muy temprano nos vamos a trabajar, son las 8 de la noche y muchos aún no han retornado a sus hogares, cuando llegamos a casa estamos tan cansados que es muy poca, o casi nula, la comunicación que entablamos con nuestros hijos, que durante el resto del tiempo que no asisten al colegio, están bajo los cuidados de una niñera que les permite fantasear en el sórdido mundo del internet.

La vehemencia se apodera de la edad pueril de los hombres, un momento decisivo para no flaquear como padres y estar informados de las nuevas tendencia sociales y reaccionar sin disimulo y con ahínco frente al comportamiento adolescente.

Según el Dr. José Martínez Costa, médico de adolescentes y niños, “la mente en esta edad es influida y en ocasiones hasta modelada por multitud de agentes. Unos intrínsecos y otros no menos importantes, extrínsecos, como la propia familia, que juega un papel de primer orden en su crianza. Entonces ¿de quién es la culpa? No es malo tener a nuestros hijos a la diestra de la web, pero sí lo es cuando no entregamos normas que seguir. Será que hacemos bien cuando le echamos la culpa a los medios de comunicación, pero sin pensarlo llegamos en la noche a la casa a elegir ser idiotizados por un “reality” que de real no tiene nada, o un programa con ideas superfluas y vanas que muy poco es lo que nos aportan, siendo nosotros mismos los responsables del alto rating de sintonía de esos programas, y no ser capaces de apagar el televisor para convertirnos en un público crítico y exigente.

La juventud del siglo XXI está desorientada, llena de contradicciones, navegando sin rumbo en un océano de incertidumbre y desinformación, le estamos dando mayor importancia al hecho de ser partícipes en una era globalizada, y nos olvidamos de un pequeño detalle: los valores, que son la base de una adecuada educación. No quiero sonar anticuada, pero no necesitamos ser muy veloces de entendimiento para concluir que las nuevas generaciones están sufriendo el peor de los cánceres sociales de los últimos tiempos, quitemos los excesos y volvamos al equilibrio, a ver si somos capaces de dejar de buscar culpables y dirigir a las futuras generaciones no a un mundo perfecto, pero sí a un ambiente con justicia y criterio.