lunes, 7 de octubre de 2013

CRIANZA MODERNA, ENTRE FRACASOS Y VICTORIAS



Soy una madre de la nueva era y a veces me siento confundida, en un lado del ring tengo a los veteranos que desde mitad del siglo pasado vienen experimentando el tema de la crianza, y del otro lado a los padres del presente siglo aquejados y con un argumento que nos lleva a pensar que los métodos para la educación de nuestros pequeños debe basarse en los recientes estudios sicológicos, determinando que el éxito de la relación padres-hijos es la comunicación a través del diálogo.
Hoy día vemos cómo nuestros jóvenes se desmoronan sumergidos en una sociedad puerca y desmoralizada donde todo está permitido menos hacer respetar los derechos del ser, las estadísticas muestran cada vez a más menores de edad delinquiendo, perdidos en la drogadicción, alcoholismo, amando al dios del dinero y prefiriendo una vida sin sacrificios. La culpa se la echan a la famosa “era del merecimiento” título que le han colocado a algunos métodos erróneos de educación moderna. Ahora bien, los adolescentes que oscilan hoy en edades de 14 a 17 años, nacieron en la década del 90, en esa época aún no teníamos claro algunos conceptos sugeridos a la crianza contemporánea ya que la dádiva paternal vino después del 2004 aproximadamente, y las nalgadas y la chancleta quedaron en la historia para evitar traumas en los niños.

La reprenda antigua sugiere castigos con dolor, gritos y hasta humillaciones, o quién, nacido hace más de veinte años no recuerda un grito de la mamá delante de los amigos. Las familias de hoy y que crecieron bajo ese modelo, son los que intentan criar a sus hijos con un patrón que más parece un híbrido, es decir, una mezcla del antiguo modelo y las normas actuales cuyos estudios arrojan que éste último es donde hay mayor realización personal y social.
Este modelo de crianza sugiere a los padres seguir las instrucciones de muchos libros especializados en el tema; los que hemos tenido la oportunidad de leer algunos ejemplares, nos podemos dar cuenta que un libro y otro no se terminan de poner de acuerdo, ya que el estudio del primero refuta lo que analiza el segundo. Es aquí donde vienen las confusiones. Estamos tan ocupados intentando experimentar lo que nos dice uno o varios libros al respecto y olvidamos lo más importante: las propias necesidades de nuestros hijos, recordemos que cada niño tiene una personalidad y por lo tanto una necesidad única de crianza. Aun cuando los libros son buenos porque nos sirven de guía, debemos saber identificar el problema y preguntarle al niño qué necesita y cómo se siente al respecto de… no me refiero a malcriar, sino a conocer el espíritu mismo de nuestros hijos y llevar una ruta instintiva en su educación, en otras palabras, un equilibrio que no nos permita ser indulgentes pero sí muy atentos y pendientes de cada detalle.

Volviendo al tema de la vehemencia en los jóvenes de hoy, producto sin duda de su crianza, razón tienen algunas instituciones educativas cuando promocionan la frase “aquí se imparten conocimientos, el niño debe venir educado de casa”. De la formación que demos a nuestros hijos, así mismo será su adultez. En estos tiempos son demasiado los distractores que nos hacen fracasar en la tarea, por ejemplo: a un niño hiperactivo preferimos tranquilizarlo dándole un aparatico con programas de videojuegos que estimulan la mente asesinando monstruos o aniquilando objetos extraños, después se preguntan por qué ese joven se comporta de una manera u otra. Hace unos días escuché algo que llamó mi atención, en un restaurante de EE.UU. colocaron en la entrada una cajita de madera, los comensales que guarden ahí su celular obtendrán un 10% de descuento en su factura, una estrategia magnífica para estos tiempos donde la familia ya no aprovecha este espacio para estimular el diálogo.
La mejor herramienta para formar seres ecuánimes es conectarnos con nuestros hijos y a través de un diálogo constante y persistente conocer su interior, establecer sus principales necesidades y ayudarles a convertir las debilidades en fortalezas, cualidades que serán su propio sello en la sociedad.