lunes, 18 de noviembre de 2013

LA RADIO, LENGUAJE Vs. RATING

  “Erda loco, la bareta da pa´todo”, “mami quiero darte mi corazón, pero como lo que soy es carpintero, te voy a dar es clavo”, le decía un locutor barranquillero vía telefónica a una oyente. Estas frases un tanto ordinarias y carentes de intelecto, es el diario vivir de los radioescuchas en la ciudad de Barranquilla, si bien no es bueno generalizar, cabe aclarar que no todos los diales adoptan el mismo lenguaje.  La radio FM se ha convertido en un dolor de cabeza para muchos; sobre el tema nos hemos referido miles de veces, pero el descontrol continúa como el primer día.
Para hacer este escrito me exigí la difícil tarea de escuchar una jornada casi completa de radio FM. Qué barbaridad. Me sentí agredida, no me divertí y lo peor, no me aportó nada bueno, es más, si no es por este escrito, diría que perdí el tiempo escuchando radio. La idea no es hablar de algunos locutores en especial porque entonces necesitaría muchas páginas, es tan solo cuestión de crear consciencia y que más de uno se pellizque, ya que la locución de algunos personajes se resume en una constante burla y falta de respeto sobre todo a la mujer, no sé si el fenómeno es porque  la mayoría de los locutores son hombres, o simplemente por ser el género femenino la diversión para todos los gustos. Lo más triste, es que la mayoría de las mujeres que se comunican vía telefónica a esos espacios radiales, disfrutan cada babosada emitida por el locutor, en algunos casos pensaría que ni entendieron que fue un insulto.

Es bien sabido, que este medio juega un papel decisivo en la construcción de una nación, es la radio la que ofrece inmediatez, antes de verlo en la televisión o leerlo en la prensa, lo hemos escuchado en alguna emisora. Cuando un locutor se justifica diciendo “eso es lo que le gusta a la gente”, es una demostración más de la falta de ingenio o incapacidad de hacer propuestas que realmente sean constructivas para la sociedad y no hacer de ésta, un lenocinio, que en este caso es narrado con toda la morbosidad a través de los micrófonos. Recordemos el penoso caso de mujeres que se desnudaron en público a cambio de adquirir un boleto de entrada a un partido de Colombia, o de oyentes que llaman por teléfono a participar en el tema del día, y por alguna razón la conversa locutor-oyente termina con un un tinte sexual.

El famoso y muy respetado Chelo De Castro en algún momento decía que algunos locutores no comentan, sino que eructan. En la locución encontramos de todo, excelentes voces complementadas con su lenguaje respetuoso y comentarios nutridos intelectualmente, otros comentaristas que quieren ser más barranquilleros de lo normal, pasando de ser un bacán a ser “chabacán”, dos elementos completamente diferentes, así mismo el ser “mamagallista” y ser “perrateador”, este último término que en el costeñol barranquillero significa: burlarse de algo o alguien al punto de humillarlo.

 
Sucede entonces que como eso es lo que gusta a la gente, debemos bajarnos como medio de comunicación a su nivel cultural y educativo y olvidar que debe prevalecer un compromiso social que estimula los valores; la radio en sus inicios aparte de informar, enseñaba, formaba, ahora se convirtió en un espacio para el “perrateo” y el ocio. Pero no solo este factor preocupa, mientras crecen los locutores con ínfulas de dioses frente al micrófono, crecen también niños y jóvenes con el sueño de llegar a ser como ellos. Yo, desde mi oficio de docente conozco más de un estudiante imitador o reproductor de todo lo que en locución no debe hacerse.

El rating está siendo más importante que el respeto a la audiencia, no importa qué tan estúpido y banal pueda ser el contenido de un espacio radial en FM, siempre y cuando se esté captando audiencia suficiente para mantener los primeros lugares de sintonía. Muchos de los espacios radiales representan una amenaza para la pérdida de valores porque se extralimitan en el mal uso del lenguaje y en el tratamiento de temas serios y delicados como el sexual, teniendo en cuenta que no se puede controlar que menores de edad escuchen ese tipo de programación. Recordemos que en casa criamos a nuestros hijos, pero los medios de comunicación están dentro del rango de formadores también, por ser complemento para una educación social.

jueves, 14 de noviembre de 2013

EL CUARTO PODER



En mi época de estudiante de Comunicación Social hace 13 años, cuando empecé a dar valor al conocimiento que me enfundaban mis profesores, grandes todos y merecedores de una calidad humana y profesional incalculable, por mencionar algunos a Jorge Peñaloza, Jaime De La Hoz y Germán Hennessey con los que he tenido el honor de compartir escenario laboral, la perspectiva que teníamos frente a los medios de comunicación era muy diferente a la que tenemos hoy día. En ese año (2000) iniciaba mis pininos en el Canal Regional Telecaribe y aún no conocía muchos detalles del medio. Experimenté en la presentación y me di cuenta que los más bellos reinaban en el set de TV., luego en la reportería donde descubrí que el verdadero periodismo está en la calle, más adelante encontré en la escritura mi fuente máxima de expresión y la mejor forma de perfeccionar la afinación de pluma y sentido periodístico.

Ha pasado poco más de una década y todo ha cambiado de lugar y perfil, no es precisamente un cambio beneficioso y cada vez el detrimento es mayor. Hace 40 años por ejemplo, el periodismo se veía como un oficio de alto respeto y dignidad que se jugaba entre escenarios intelectuales y políticos, la ejercían personas, empíricas o no, con mentes brillantes y actitudes correctas. El cuarto poder, llamado así precisamente por la influencia que tiene la prensa en los diferentes temas mundiales, es un campo que se halla en perpetua expansión y donde la corrupción y la parcialidad han llegado.

En Colombia se ha constituido en práctica de algunos medios de comunicación la pérdida de objetividad de la información, entre tanta competencia por agarrar primero la chiva periodística se pierde el rumbo real de la noticia. Hay de donde ver, leer y escuchar, y sucede que lo que dice un medio no es lo mismo que confirma el otro, y ni hablar del enfoque. Hay que destacar que la objetividad de la información es inexistente, pero es la pretensión de los espectadores, quienes se refugian en la prensa para conocer la verdad de un hecho. La política y sus actores influyen en gran medida en esta situación, que en su afán por alcanzar el poder, hacen uso de profesionales de la prensa para adoptar el mejor perfil frente a los medios.

La formación del periodismo colombiano es bien visto en el exterior, prueba de ello los numerosos comunicadores que triunfan en medios mundiales. Las facultades de este oficio en el país gradúan anualmente 4.500 comunicadores, y el mercado laboral no absorbe suficientemente a los egresados, la plaza es cada vez más escasa y competida, pero no porque no haya donde trabajar, sino porque el sartén del mercado periodístico lo tienen unos pocos agarrado por el mango. No basta ya con tener el título y ser bueno en el oficio, es importante ser amigo del más poderoso y hasta tener una cara bonita.

Siguiendo con el tema de la objetividad, la revolución de los medios ofrece un modelo cultural uniformado con la visión de quien hace la noticia. El vestuario, el dialecto, la música, qué ver y qué oír ya no es decisión nuestra, es un molde impuesto también por la prensa que tiene relación con la parcialidad como marco de referencia de qué se debe o no difundir. La pantalla del televisor muchas veces nos muestra historias erróneas y mal contadas brindando un panorama que dista de la realidad. Pero ese es el periodismo de hoy, uno que cualquier anónimo puede hacer; esa realidad maquillada es la que conoce el resto de la humanidad.

El periodismo es una actividad sumamente delicada, requiere de un alto sentido de la ética y una formación que nunca termina, se necesitan profesionales con agallas que conozcan e identifiquen la diferencia entre hacer periodismo por ideales o por negocio. O como dice Kapuscinski “si antes la prensa tenía como fin reflejar el mundo, ahora los grandes medios se limitan a reflejar su mundo compitiendo entre ellos. Ya no interesa tanto lo que sucede afuera, sino que los demás no se adelanten, que no publiquen algo que ellos no tienen.”

 

 

 

 

 

 

lunes, 4 de noviembre de 2013

MUJER NO ES SINÓNIMO DE POBREZA


Sentada en el auditorio escuchaba atenta la exposición de Cecilia López Montaño, conocida por todos por su larga carrera política y una aliada del empoderamiento económico de la mujer. Cada vez que pronunciaba palabra, más perpleja me quedaba frente a un tema que me incumbe, no sólo por pertenecer al género femenino, sino porque es un problema de nuestra sociedad que viene de tiempos arcaicos, y es la desigualdad de género. Yo creo más bien que las generaciones han malinterpretado esa parte de la biblia que dice que Dios nos extrajo de una costilla de Adán.

Por siglos hemos estado sumidas a la sombra de los hombres en todos los aspectos de nuestra vida, la gran mayoría de las veces, por no decir todas, por el hecho de tener que dedicarnos a la maternidad. Pero resulta, que la famosa economía del cuidado, término famoso en Latinoamérica y desconocido por muchos en este país, es tema de debate que refiere todo trabajo doméstico poco recompensado, como el cuidado a otra persona por ejemplo. Este fenómeno ha demandado pensar en la idea de que las mujeres somos más pobres que los hombres, vinculada esta situación al creciente número de mujeres como jefes de hogar.

Independientemente de la definición de la pobreza de género, se ha evidenciado que hombres y mujeres sufren la pobreza de formas diferentes, teniendo en cuenta la posición geográfica, cultural, la edad y otros factores no menos importantes que determinan un impedimento para ponerle frente. Las mujeres cargamos con el mayor peso del hogar y sin recibir un solo centavo de remuneración; lo anterior, como no tiene un valor de mercado, no reporta los beneficios económicos y sociales que el trabajo remunerado sí conlleva, caminando a un único camino, el de la independencia económica, un estigma que tiene que desaparecer, porque ese cuento de que somos el sexo débil y por eso nos tienen que violar, cachetear, gritar, acribillar y encima de todo quedarnos en casa lavando y planchando, debe ser erradicado del planeta, teniendo en cuenta que este flagelo no es tradicional de Latinoamericanos, es una fusta viviente en toda la estratósfera .

Según Cecilia López, la revolución de la mujer enardeció su actividad para la década del 90, pero disminuyó entrado el siglo XXI, escenario donde se mantiene la discriminación de la mujer, sin poder tener acceso a muchos sectores del mercado laboral eso sin mencionar las innumerables barreras que llevamos a cuestas para obtener un exquisito desenvolvimiento en la sociedad, como las responsabilidades familiares (porque aún desde el trabajo seguimos solucionando los asuntos del hogar), los prejuicios sociales que nos condenan y la discriminación por parte de empleadores, tendencias que hacen parte de nuestra cultura y que no nos permite llegar a la presidencia de un país ni mucho menos.

Estamos resumidas a un pequeño número de oficios bajo el miserable pretexto “ese trabajo no es para mujeres”, aún en estos tiempos de supuesta globalización y progreso cultural y post-modernista, donde el machismo no permite tampoco igualar o superar los sueldos. La búsqueda de igualdad de género debe continuar en una lucha constante que no tenga que ver con espacios ni tiempos, es necesaria y justa además. No deseamos tampoco que los hombres se queden en casa cuidando terceros, pero sí que reconozcan, por lo menos, nuestros derechos y los respeten. Recuerden que todos en el mundo salieron del vientre de una mujer, razón suficiente para perpetuar un respeto hacia el género.

Existe un estrecho vínculo entre pobreza y violencia a la mujer, pero ese es otro tema. Así las cosas, es impostergable seguir batallando la guerra de la desigualdad de género y que el Estado se mantenga en sus políticas de erradicar la pobreza. Cuando mujeres y hombres trabajan en igualdad de condiciones en un mercado laboral, la economía se activa, crece la necesidad de asistir a centros de educación y mejoran las condiciones de vida. Los hombres deben dejar de decidir por nosotras y a su vez las mujeres debemos sacudirnos y utilizar nuestra mejor arma: sin nuestra fuerza el mundo sería como un océano sin agua.