“Si Uribe de nuevo se lanza a la presidencia,
vuelvo a votar por él”, esta frase, más popular que de costumbre por estos
días, retumba en mis oídos como un garrotazo sonaría en mi cabeza. No estoy en
contra o a favor de ningún movimiento político, simplemente me he llenado de
razones para dejar de creer en nuestros gobernantes y también en quienes los
eligen, que es el pueblo. Deduzco que Colombia necesita un exorcismo, pareciera
que el más oscuro de los espíritus se hubiera apoderado de la conciencia de los
ciudadanos porque no encuentro motivo alguno para que la gran mayoría anhele un
gobierno que debe quedarse en el pasado, para olvidar la vergüenza de la
parapolítica y de sus implicados encarcelados, de los falsos positivos y de la
creación de un sistema de salud que más que eso parece una máquina de tortura
de la inquisición.
De nada sirve poder viajar tranquilos
por las carreteras de Colombia, si en las clínicas y hospitales la gente muere
porque nuestro sistema de salud es el peor, que en muchos rincones de nuestro
país sigan muriendo de hambre niños, esos mismos que vemos en los semáforos
limpiando parabrisas y realizando piruetas circenses, pero es muy difícil para un padre que tiene todo para ofrecer a sus hijos, digerir esta realidad, por eso en vez de emitir nuevas ideas, prefieren un gobierno que pensó que sembrando el miedo podría arreglar la cosa. Hay mucho por hacer,
sí se puede porque los recursos están, pero los resultados siguen siendo
fantasmas.
Están muy bien las diferencias de
pensamiento, eso nos hace seres sociales, pero me parece una canallada las discusiones
sin criterio. Para participar en un
debate lo mínimo que se requiere son dos detalles infaltables: conocer la
historia del hecho y tener juicios. ¡Que Uribe es mejor o peor!, ¡que a Santos
le faltan pantalones y no sirve para nada! son los gritos de un país dividido
pero sobretodo desenfocado que conoce la existencia de una olla podrida, pero
prefiere cubrirse la nariz para no sentir su olor y poder agarrar tajada de su
contenido.
Este Paro agrícola era muy necesario y
mi convencimiento se solidificó aún más cuando vi el documental “9.70” que ha
causado polémica por mostrar cómo unos funcionarios del ICA destruyen 62
toneladas de semillas de arroz en Campoalegre en el Huila por ser ésta una pepa
no certificada, yendo en contracorriente con una costumbre ancestral practicada
por nuestros campesinos, quienes a su vez culpan al TLC con EE.UU y Europa. ¿Se
justifica haberlo destruido en vez de regalar este grano? En el mundo agrícola, existe la semilla certificada y la criolla, con
ésta última no había pasado nada hasta que se consolidó la normativa 970 desde
el 2010, que la cataloga de ilegal creando una guerra entre campesinos y las
multinacionales. Los campesinos son sagrados, de ellos depende que nuestra despensa
esté llena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario