
A través de las redes
sociales se pueden lograr muchos acometidos, el uso que se le dé depende de
cada persona. Una vez leí un artículo que refería una relación injustificada del
mal uso del internet con el subdesarrollo, es decir, que por vivir en países con
pobreza estábamos destinados a no sacarle el mínimo provecho al uso de la red.
Es una locura hacer una generalidad de semejante magnitud, cuando los delitos
más famosos se han gestado en países de avanzada. Ahora bien, si hablamos de
ocio, en Colombia hay muchos maestros.
Impresiona la cantidad
de desocupados que están al acecho en las redes sociales esperando la mínima
oportunidad para cambiar el rumbo de la noticia; las especulaciones, las
calumnias y los desagradables chistes sobre personas famosas, es una prueba
fehaciente de que es muchísimo el tiempo libre que hay para algunos, que ponen
a circular cuanta basura se ve. Hice un repaso al tema y en medio de la tarea
corroboro que la única cuenta que tiene el arquero de la selección Colombia
David Ospina, es la de tuiter, sin embargo, en Instagram podemos encontrar varias a su nombre, que por
obvias razones no las administra él, y lo que es peor, al tope de fotos y
videos publicados por algún desocupado. Lo mismo sucede en el resto de las
redes.
Una red social es un
método de comunicación que marca tendencias en temas diversos. Les brinda la
capacidad a sus usuarios de tener acceso a información que antes no podía,
además que la inmediatez con la que se mueve esta información es importante
para estar al día con la noticia. En un principio eran los jóvenes los
atraídos, a medida que pasó el tiempo, el público presente en las redes
sociales abarcaba hombres y mujeres de 7 a 70 años. Una gran mayoría está
conectada a la red como única forma de distracción. La lectura que ilustra fue
reemplazada por una cantidad exorbitante de basura cibernética que ha
desinformado a un público que prefirió llenarse de mentiras y teorías no
comprobadas.
Surgió entonces una
enfermedad producto del desuso del internet que afecta el comportamiento
humano, una saturación morbosa que hace camino a repetir lo que no debemos
reproducir y a llenar de telarañas el aposento de nuestras neuronas, porque es
tanta la mugre que tenemos en la cabeza que no le permitimos a nuestros
pensamientos análisis alguno para entregar una postura propia frente a algo o
alguien. El idioma por ejemplo, ya no lo es, la buena ortografía quedó en el
pasado, por muchos llamados de atención, es un tema que dejó de importar y una
herencia que le estamos dejando a las nuevas generaciones. Una vez vi un niño
como de unos 10 años probando una Tablet que estaba en exhibición en un
almacén, lo observaba porque me llamó la atención la astucia con la que manejó dicho
artefacto, lo primero que hizo fue entrar a Facebook, y dentro de lo que
escribió incluyó “xq” para referirse a “por qué”, a su corta edad imita uno de
los tantos delitos que han cometido con la fuente madre de comunicación, el
idioma.
La tarea es desde los
hogares y las escuelas. Necesitamos una medicina que cure la estupidez que se
apoderó de las redes sociales. Como también necesitamos resetear nuestras mentes para ver si vaciándolas empezamos
a notar mayor productividad.
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