¿Será que ahora sí,
todo tiempo pasado fue mejor? En otras épocas las “diabluras”, que era el
calificativo máximo de un mal comportamiento según nuestros abuelos, no eran
mayores a un grito de rebeldía o un escape fortuito de la casa. Hoy es casi
inexplicable lo que para muchos padres se ha convertido en una etapa natural:
“se me salió de las manos”, “es que eso es lo que ve en la televisión”, “y cómo
hago yo para que deje de imitar todo lo que ve en internet”, “la culpa es de
ese blackberry que le compró su papá”, en fin, y de excusas en excusas se nos
va la vida justificando nuestra mala crianza.
Nos quejamos de la
influencia de la radio, la TV. y la prensa escrita en nuestros hijos, pero no
tenemos tiempo para detenernos y hacer una introspección diagnosticando la
causa del problema; desde muy temprano nos vamos a trabajar, son las 8 de la
noche y muchos aún no han retornado a sus hogares, cuando llegamos a casa
estamos tan cansados que es muy poca, o casi nula, la comunicación que
entablamos con nuestros hijos, que durante el resto del tiempo que no asisten
al colegio, están bajo los cuidados de una niñera que les permite fantasear en
el sórdido mundo del internet.
La vehemencia se
apodera de la edad pueril de los hombres, un momento decisivo para no flaquear
como padres y estar informados de las nuevas tendencia sociales y reaccionar
sin disimulo y con ahínco frente al comportamiento adolescente.
Según el Dr. José Martínez
Costa, médico de adolescentes y niños, “la mente en esta edad es influida y en ocasiones hasta modelada por
multitud de agentes. Unos intrínsecos y otros no menos importantes,
extrínsecos, como la propia familia, que juega un papel de primer orden en su
crianza. Entonces ¿de quién es la culpa? No es malo tener a
nuestros hijos a la diestra de la web, pero sí lo es cuando no entregamos
normas que seguir. Será que hacemos bien cuando le echamos la culpa a los
medios de comunicación, pero sin pensarlo llegamos en la noche a la casa a
elegir ser idiotizados por un “reality” que de real no tiene nada, o un
programa con ideas superfluas y vanas que muy poco es lo que nos aportan, siendo
nosotros mismos los responsables del alto rating de sintonía de esos programas,
y no ser capaces de apagar el televisor para convertirnos en un público crítico
y exigente.
La juventud del siglo XXI
está desorientada, llena de contradicciones, navegando sin rumbo en un océano
de incertidumbre y desinformación, le estamos dando mayor importancia al hecho
de ser partícipes en una era globalizada, y nos olvidamos de un pequeño
detalle: los valores, que son la base de una adecuada educación. No quiero
sonar anticuada, pero no necesitamos ser muy veloces de entendimiento para
concluir que las nuevas generaciones están sufriendo el peor de los cánceres sociales
de los últimos tiempos, quitemos los excesos y volvamos al equilibrio, a ver si
somos capaces de dejar de buscar culpables y dirigir a las futuras generaciones
no a un mundo perfecto, pero sí a un ambiente con justicia y criterio.
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