No sé qué pasa por la mente de los productores de televisión en este país, ¿será que en Colombia se acabaron las ideas? Denota mucho ingenio el hecho de tomar la vida de un personaje que ha marcado la historia de una nación y llevarla a la pantalla chica o la grande o la mediana, la que sea, en fin, y mostrarla con la mayor imparcialidad posible desde todas las perspectivas; estoy segura, y no quiero parecer egoísta, pero es que he tenido la oportunidad de hablar con muchas personas, de lo embotado que tienen los sentidos los televidentes, frente a los temas que giran en torno de las nuevas series y telenovelas de los canales nacionales de este país. No quiero demeritar el trabajo que sin duda es excelente y lleno de profesionalismo, notándose la tecnología de punta que está siendo utilizada, aun cuando se le puede dar mejor provecho.
Hace unos días me senté a
conversar con una mujer de 70 años, conocedora de la vida, nuestro tema de
charla dista de aquello que apunto en este escrito, cuando de pronto sin querer
queriendo me mete el dedo en la llaga. Sí, su nieto de 13 años sueña con ser un
capo de la mafia del narcotráfico, manejar vehículos de altísima gama y andar
con mujeres “buenonas” con curvas notorias y protuberantes. Ipso facto saltamos
a lo que yo llamo “el pan de cada día”.
En la mañana encendemos el
televisor y no existe propuesta diferente a la de ver tres presentadores
hablando de las producciones que se emiten en los horarios nocturnos, y peor
aún, tratando los capítulos ya pasados. En las tardes tenemos a nuestra vista
un buffet completo de enlatados extranjeros que sabrá Dios en qué época fueron
emitidos en sus países de origen. Y no faltaba más los reality que se apoderan de la más amplia sintonía, cuyo contenido
es un compendio de improperios hacia sus mismos compañeros de aventura donde la
intolerancia se abre camino cada emisión.
En Colombia, un país donde
hemos saboreado los ingredientes
principales de la guerra: la corrupción, el egoísmo, la desigualdad, la
mentira, la burla… y la lista sigue, necesitamos oxigenar la mente, la
prostitución y el narcotráfico no es lo único que sabemos hacer. Qué pasó con
la vida de Gabriel García Márquez, Carlos
“el pibe” Valderrama, Jorge Eliécer Gaitán, Manuel Elkin Patarroyo, y la lista
continúa, personajes que han cambiado positivamente nuestra historia cuyas vidas merecen ser contadas. Y qué decir
de la publicidad, constante y pedante, burbujeante de erotismo y sexualidad…
porque es que nada tiene que ver una paleta de chocolate con los labios rojos y
carnosos de una mujer contoneando su lengua a la máxima expresión.
En el mundo contemporáneo
tener medios de comunicación es tener poder, ya los jefes no preguntan si la
historia que se cuenta es verdadera, interesa más el hecho de que se venda. Y
como diría mi estimado Ryszard Kapuscinski “ahora
que la información es una mercancía bajo las leyes del mercado… hoy el soldado
de nuestro oficio no investiga en la búsqueda de la verdad, sino con el fin de
hallar acontecimientos sensacionales…”
Dejo abierta la puerta a
la reflexión, es calidad no cantidad. Nuestros jóvenes tienen sed de una
televisión más propositiva, inspiradora, que invite al ejemplo, los grandes
maestros deben ser los mismos medios de comunicación con una alta
responsabilidad social, y no como muchos piensan, que mostrando lo que se vende
es como se hace el mejor trabajo. Ideas señores, las necesitamos y urgente.
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