Aquí en mi querida
Colombia, vivimos una guerra de hace casi un siglo que viola muchos derechos de
la mujer, los niños, del trabajo, el servicio de salud, educación… Entonces
¿cuál es la peor guerra? La que viven grupos insurgentes que intercambian balas
en nuestras selvas o la de los corruptos de la empresa pública o privada, o la
que inició en las entrañas de un hogar que no tuvo pan para el desayuno. Más
bien la pregunta es ¿dónde empieza la guerra? En la injusticia y la
desigualdad, en otras palabras en una “guerra sucia”.
Actualmente Colombia
está entre los quince países más pobres del mundo, difícil imaginarlo porque
contamos con grandes minas, innumerables recursos naturales, dos océanos, una
gran riqueza hidrográfica, selvas, fauna y flora, nuestra ubicación geográfica
es de las mejores del mundo, contamos con el 10% de la biodiversidad mundial,
somos ricos pero uno de los más pobres. Qué paradoja. El 46% de los colombianos
está inmerso en la pobreza y ésta cifra va en crecimiento.
Cuando hay injusticia también
hay desigualdad en un pueblo que atiborrado por el dolor y el odio decide
iniciar una guerra por hacer cumplir sus derechos. ¿Ya me entienden por qué
todo está relacionado? El conflicto de intereses es un cáncer que favorece a
los que tienen la sartén por el mango, ese al que le dio la gana de acabar con
un pedazo de nuestro bosque para fabricar un monstruo de concreto que genera
empleo pero a la vez desplaza campesinos, tribus indígenas y desequilibra el
ecosistema. No muy lejos de allí, en la gran ciudad, asesinan un extranjero que
cumplía labores de espionaje y en menos de 24 horas el crimen estaba resuelto,
pero la muerte de un ciudadano común y corriente cuya familia carece de poder y
dinero, se queda sin resolver.
Y la salud en qué lugar
queda. Según la Encuesta Gallup de abril de este año, ocho de cada diez
colombianos desaprueban la forma cómo se enfrentan los problemas de salud cuyas
condiciones en vez de mejorar empeoran. Nuestro sistema de salud arrastra
consigo muchas fallas que lo han convertido en el problema más delicado del
país, esto también genera guerra, o díganme Uds. qué opinan de la muerte de un
niño de dos años que no pudo ser atendido porque la negligencia médica no lo
permitió bajo el pretexto “no tenía carné” o los llamados “paseos de la
muerte”.
O como diría un gran
amigo “por qué no ponen a vivir a un congresista con el salario mínimo a ver si
toman consciencia”, el SMV aumentó en 2013 sólo $22.800 quedando un total de $589.500 cifra que
reciben más de 11 millones de colombianos, y de ahí hay que pagar colegio,
mercado, arriendo y vayan sacando cuentas. ¿Será que esto no genera guerra?
Dejo abierta la puerta
de la reflexión, hay que salir del atolladero en el que estamos inmersos con
estrategia y sabiduría para que en nuestros hogares quedemos por fuera de una
guerra en la que nos han obligado a participar.
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