Como bien saben
queridos lectores, mis escritos apuntan a la defensa de los derechos de la
mujer, una denuncia que da voz de aliento al hecho de poner freno a la
involución social-cultural en la que estamos sumergidos. En el periodismo, la
crítica es un género que debe cumplir con tres elementos fundamentales:
informar, educar y orientar, y con pena debo decir, leí hace unos días una
crítica de la Revista el Malpensante titulada “Duro contra el perreo” (que más
bien debió llamarse “arriba con el perreo”). En ninguna oración defendió los
elementos esenciales de la crítica, raro en una revista caracterizada por hacer
escritos concienzudos, al contrario desinformó y hasta confundió.
El escrito pretende
atacar la Campaña “Usa La Razón” justificándose con argumentos banales y
superfluos, dictaminando de manera fatua que la campaña es pueril, sin darse
cuenta su autor que el mismo artículo también lo es. “Usa la razón” en contra
del reguetón, fue emprendida y es liderada por estudiantes de Diseño Visual de
la Fundación Universitaria Unipanamericana de último semestre, a la cual se
sumó como fotógrafa y creativa de la Universidad Jorge Tadeo Lozano Lineyl
Ibáñez, cuya idea ha sido reconocida por diferentes medios de comunicación de
América Latina. No pretendo que las opiniones apunten a un solo norte, pero
cuando estamos en desacuerdo nuestra palabra toma respeto en la medida que
emitamos conceptos sanos y basados en una investigación previa, que en este
caso, está reflejada en una realidad que modela con preocupación comportamientos
nocivos en los jóvenes.
El
Malpensante agrega: “…En los años cuarenta, cuando la cumbia empezaba a tomarse
los grilles bogotanos, el fundador del Gimnasio Moderno escribió un
escandalizado artículo sobre los bailes juveniles que, en su opinión, carecían
de propiedad y decoro”. Denota la falta
de criterio cuando confunden un problema de racismo de la época con uno actual
que refiere a la mujer como objeto y que además, sin necesidad de ser muy
inteligentes para darse cuenta, se ha convertido en una problemática social que
merece la atención del Estado y principalmente de los padres de familia. Las
famosas tardeadas, las rondas sexuales protagonizadas por pre-adolescentes, el
pensamiento de un niño(a) de 6 años frente al sexo, son solo algunos de los
puntos a analizar frente al lenguaje de la música y sus mensajes. Cuando nos
referimos a letras sugestivas en otro género distinto al reguetón, como el de
las Hermanas Calle “si no me querés te corto la cara, con una cuchilla de esas
de afeitar…” hablamos de un género musical que no ha modelado comportamientos
en lo jóvenes y que además, nunca vamos a escuchar en una fiesta adolescente,
ni mucho menos es una canción que estimule en el cerebro el deseo sexual y va a
ser bailada de la misma forma como se baila el reguetón (simulando un ritual de
apareamiento sexual animal).
Todo cambio genera
molestias como aceptaciones. En el caso de la música, su evolución ha generado transformaciones
sociales a nivel mundial que van desde la moda de Elvis Presley hasta el estilo
de vida de Cindy Lauper. En nuestros días lo más adecuado es referirnos a la
involución de la música. Con el reguetón incitando el sexo salvaje y el poder
del macho sobre la mujer como objeto, y una juventud entera consumiendo este
mensaje con la ayuda de los medios de comunicación, podemos decir que las
cartas están echadas dando ventaja al ocio y el dominio económico. El poder del
lenguaje capacita la medida de influencia sobre uno mismo y sobre los demás, de
manera constructiva o destructiva, se convierte en uno de los principales
filtros de la realidad personal, ya que expresa identidad, valores y creencias.
La música reguetón está cambiando la actitud de los niños y adolescentes. Así,
en vez de atacar una campaña que consideran inmadura, inútil y abstracta, sería
interesante ver qué tienen para aportar como medio de comunicación a una causa
que vale la pena defender.
Yo pensaría que las
pruebas Pisa nos seguirán dejando en los últimos lugares, siempre y cuando no
exista en este país un periodismo (denominado el cuarto poder) crítico, ético,
educativo y que sea un pilar de construcción social que ayude a formar a la juventud.