miércoles, 22 de enero de 2014

LENGUAJE INCLUYENTE, ¿NECESARIO O REDUNDANTE?


Soy una asidua defensora de los derechos humanos y reproduzco la voz de que el respeto hacia los mismos es el único camino a la paz en un país de intolerancia como el nuestro, y además soy mujer, suficiente indicador para amar el idioma sexista, pero no es así. Desde hace algunos años se batalla una lucha entre las defensoras de los derechos humanos y la RAE (real academia de la lengua española) por justificar la inclusión del género femenino en los discursos orales y escritos. Déjeme decirles queridas amigas, el género gramatical no tiene nada que ver con el asunto del sexo, y pienso que el tiempo que se gasta en este debate debe ser gastado en la verdadera defensa de la vida de los hombres (incluyo a las mujeres).
Cuando yo digo “todas las personas ejercitan sus músculos” aunque “personas” es femenino no excluye a los hombres, y “músculos” aun cuando es masculino no excluye a las mujeres. Entonces, es una total estupidez intentar llegar a una conclusión en un debate que si bien está tomando fuerza es absurdo y redundante, porque si queremos ser estrictos frente a una regla que obligue la presencia del lenguaje sexista la siguiente oración: “Aumenta preocupación de padres de familia por el alto consumo de drogas en adolescentes”, con un lenguaje incluyente iría así: “Aumenta preocupación de padres y madres de familia por el alto consumo de drogas en adolescentes y adolescentas”. Si algunas mujeres que se sientes excluidas piden sentido común para el tema, pues yo pido lo mismo, el idioma sexista es feo e inútil, acaba con la sintaxis del texto, porque repito, el género es un asunto gramatical, más no sexual.
Frente a esto, las posiciones encontradas no se hicieron esperar, el filósofo y catedrático de la Universidad Complutense Gabriel Albiac, afirmó: "Pretender modificar a voluntad el uso de las palabras es una exhibición de analfabetismo". Últimamente los discursos políticos refieren “presidenta”, “concejala”, entre otros adefesios idiomáticos. Déjenme explicarles algo: el participio activo del verbo ser es “ente”, es decir, el que es. Esto indica que cuando queremos denotar que una persona está en la capacidad de ejecutar la acción que indica el verbo, inmediatamente agregamos a la raíz su participio activo que es “ente”. Así, a la persona que preside se le dice presidente (independientemente de que sea hombre o mujer), lo mismo aplica para: adolescente, paciente, estudiante, palabras que se escriben igual, así nos refiramos a hombre o mujer, lo único que cambia es el artículo que se antepone, ejemplo: el estudiante, la estudiante. El paciente, la paciente. ¿Qué discriminación encuentran aquí?
Muchos analistas a nivel mundial han referido este tema. El siguiente es otro ejemplo de lo que sería la redacción con lenguaje incluyente que expresó Héctor Abad Faciolince, en un escrito que tituló “colombianos y colombianas, ¿ridículos y ridículas?” donde describe lo siguiente: “si el manual de estilo del periódico obligara a los periodistas a utilizar un lenguaje incluyente, el título -piden cadena perpetua para violadores de niños- quedaría así –piden cadena perpetua para violadores y violadoras de niños y de niñas- .” ¿No les parece que en la oración algo redunda?
La Academia desaprueba algunas guías que visualizan el lenguaje incluyente como una forma de tener en cuenta a la mujer (aunque esto no lo garantice), porque contraviene a las normas generales del español, más claro no canta un gallo. Como mujer defensora de los derechos humanos y del idioma, estoy segura de que este debate no eleva el respeto a la mujer por parte del público masculino. Más bien respetemos el legado de Cervantes, así como lenguas extranjeras respetan sus reglas.  No se trata de que el lenguaje evolucione, porque cuando hablamos de evolución está claro que surgen mejoras, todo lo contrario el tema en cuestión afea el discurso y es completamente innecesario.
Resultaría mejor armar un debate mundial sobre qué estrategia usar para educar desde la infancia en derechos humanos, cuáles son y cómo hacerlos respetar, ya que alrededor del tema se habla más de lo que se ejecuta, y que la emisión de datos e informes, sean sólo un valor agregado de ese intento por disminuir los índices de intolerancia. Continuamos en mora con la humanidad, el respeto por los derechos humanos de la mujer van más allá de un adjetivo sexista.

martes, 14 de enero de 2014

EL PRECIO DE VENDER EL VOTO

Ad portas de la jornada electoral, el movimiento político se calienta sobre todo en las zonas de mayor vulnerabilidad social y extrema pobreza. Las promesas van y vienen teniendo como valor agregado el abrazo y la sonrisa infaltables de políticos hacia los que dicen ser su pueblo. Habrá candidatos con dolor de patria, otros no tanto, pero corruptos muchos, quienes aprovechan el hambre y las exorbitantes necesidades de familias enteras para ofrecer el famoso trueque de “me das tu voto y te arreglo la casita con algunas láminas de cinc”. Una solución que resuelve un problema temporal.

El voto en blanco está ganando una fuerza tal, que ya muchos le empezaron a temer. $769 mil millones costarán estas próximas elecciones así que valdría la pena votar bien, empezar a quejarnos menos y actuar más. Cuando un político está detrás de la compra de un voto por 40 o 50 mil pesos, es porque su discurso carece de ímpeto y necesita disuadir al ciudadano de votar por opositores. En cambio para un ciudadano del común, vender su voto, implica que esos 40 o 50 mil pesos se conviertan en cuatro años más de ay ay ay. Las anchetas con dos kilos de arroz, una botella de aceite y una libra de lentejas que reparten en barrios marginales por esta época no va a disminuir el precio de la gasolina, no sacará familias de la pobreza extrema, ni hará que la salud en Colombia deje de ser un negocio.
Hace pocos días nos enteramos de que Colombia es un país feliz, y no lo dudo, pues la nación se desangra, siguen creando leyes en contra de los más pobres y a favor de los ricos, somos un mar de quejas, pero el día de las elecciones salen en masas a apoyar la politiquería y a vender su conciencia por unos cuantos pesitos que alcanzan para nada, y miles lo continúan haciendo a pesar de todo, eso es un indicio de que somos felices así, pero sobre todo, masoquistas. Los partidos políticos siguen confiando en la ignorancia de muchos para alimentar su imperio de injusticias, y lo logran con la compra de un voto. La ignorancia y el hambre son una mezcla fatal a la hora de votar, sin imaginar que la venta de ese voto está logrando cuatro años más de miseria para él y el resto del país.

La mayor sensibilización sobre el voto a conciencia se da a través de las redes sociales, pero no todos tienen acceso a ellas, los que están sumidos en la pobreza extrema no navegan en la red todo el día y la única cuenta que tienen es la de los días que llevan sin comer. Gustavo Bolívar dice: “Los votos que depositamos son el reflejo de lo que somos ¿libres, esclavos, ingenuos, engañados, ignorantes, cómplices, independientes?” Piénsenlo. Los papeles se invirtieron y parece que nadie se ha dado cuenta. Todos creen que el poder está en manos de las pocas familias de políticos que se han perpetuado en los cargos gracias a los mismos ciudadanos, pero el verdadero poder debe estar en el pueblo, quien elige a sus gobernantes pero así mismo los puede bajar de su trono (sería pertinente leer la Constitución Política de Colombia).
Deseamos desesperadamente que la desigualdad social acabe, que la educación llegue a más regiones, que el sistema de salud ofrezca mayores garantías a los ciudadanos, que la pensión llegue antes que la muerte, que los medios de comunicación colombianos sean más imparciales y menos sensacionalistas. En otras palabras, necesitamos penas agresivas para políticos corruptos, pero sobretodo que nos mentalicemos que los únicos responsables de la situación política, económica y social de Colombia, somos nosotros.

No todos son enemigos de la democracia, hay candidatos buenos también, así que nos queda analizar a fondo las propuestas de cada uno, escucharlos y elegirlos no por su cara, ni por el regalito que nos dio, porque es elegir lo mejor para todos y no para unos cuantos. Amigo ciudadano no bote su voto.