Mientras
la observo jugar atino mis sentidos para adentrarme en su mundo y entender su
lenguaje, soliloquios llenos de fantasía parecen anunciar un viaje a otra
dimensión que atrapa su total atención. Está inmersa en un libreto mágico que
evidencia la participación de una Barbie frustrada porque en su ropero hacen
falta vestidos de moda y un Ken metrosexual y ególatra que se cree el dios de
la belleza. La quimera llega hasta donde el bien lucha contra el mal; La Pony princesa
Twilight Sparkle intenta salvar el mundo de las oscuras intenciones de Nightmare
Moon en un pueblito diseñado para caballos miniatura. Este es otro juego, uno
de grandes ligas, que roba inocencia y donde reina el marketing estadounidense.
No
solo me doy cuenta de que el diseño industrial de estos juguetes infantiles
guarda cierto mensaje, sino el estilo de vida que una muñeca Barbie muestra a
las niñas. Pertenezco a la generación de los ochentas y por mis manos pasaron
muchas Barbie. Aun cuando era fascinante ver un modo de vida con lujosos autos,
una mansión de ensueño, tener 50 años y aún seguir con medidas y aspecto de
quinceañera, jamás me salí del hecho de que era un simple juego. Las
generaciones de hoy, y me refiero a los niños nacidos después del dos mil,
tienen la particularidad de mezclar esta fantasía con sus vidas.
Un día
cualquiera mientras le hacía un peinado a mi hija de 5 años, quedé perpleja
ante su descontento
–“mami las princesas no se peinan así, hazme una china de
medio lado igual que cenicienta”- Para muchos padres no es extraño que su
hijo(a) quiera parecerse a su personaje favorito, pero cuando tu hija(o) te
dice que no ordenará su habitación porque eso no lo hacen las princesas sino
los lacayos, es cuando empiezas a poner muchas cosas en orden que antes te
parecían normales. Si bien los hijos no vienen con un manual, este tipo de situaciones
te enseñará lo analítico que deberás ser a la hora de permitir acceso a tu hijo(a)
a ciertos juguetes y programas de televisión.
En el
tema de los varones, además de que están viendo enormes senos en una muñeca
Barbie desde que son unos bebés, es abrumador el factor violencia que viene
adherido en algunos juguetes; los Max Steel por ejemplo, son muñecos amorfos y
terroríficos que siempre tendrán una misión relacionada con la guerra. A todo esto se suma el masivo aumento de los
videojuegos como una motivación más para mantener a los hijos desarrollando un
juego que los incomunica. Mi experiencia indica que son más los efectos
negativos debido a este tipo de juguetes, a esto le agregamos los fracasos de
la crianza reflejados en la rebeldía muy común en estos días, por ello, muchos
padres preferimos organizarle a nuestros hijos(as) actividades coordinadas bajo
la supervisión de un adulto, lo que prácticamente inhibe la posibilidad del
juego libre, convirtiendo a nuestros hijos en la generación del juego
construido y supervisado, siendo esto último el efecto (sin intentar ser una
experta porque como muchos padres estoy en etapa de aprendizaje) de ese temor
que nace por proteger su inocencia.
Deténganse
por un momento a pensar qué mensaje deja a tu hija jugar con unas muñecas que
se hacen
llamar integrantes de la pandilla de la muerte. Las Monster High,
entraron en furor hace poco, y su diabólica apariencia no me causa ninguna
gracia. Esta muñeca al igual que la Barbie y otros juguetes, se han esforzado
por reflejar que la belleza exterior, la buena apariencia y la moda valen más
que muchos aspectos dejados pasar por alto a la hora de fabricar un juego
infantil. El programa Ositos Cariñositos del canal Disney, por ejemplo, muestra
características diferentes en cada uno de sus personajes, y no son precisamente
valores, a algunos de ellos sus creadores los bautizaron “dormiloncito” (se la
pasa con pereza todo el día); “gruñosito” (es grosero y por todo se queja);
“revoltosito” (carece de creatividad y es muy torpe). A simple vista estos
personajes parecen adorables, pero ¿qué mensaje le transmite a tus hijos? ¿Ya
lo habías pensado?
La
pretensión no es encapsular a nuestros hijos, apagarles la televisión y solo
comprarles carritos de plástico o muñecas bebés. Estar atentos en el tipo de
marketing que consumen nuestros hijos hace parte de la crianza, incluyo el
internet; mostrarles la diferencia entre lo bueno y lo malo, lo real y la
fantasía, pero sobre todo inculcarles valores y mostrárselos con el ejemplo. Lo
demás vendrá por añadiduras.