El total y único
sentido de la navidad es celebrar como su nombre lo indica la natividad
(nacimiento), y es para los cristianos una festividad que reúne a la familia
para ovacionar el nacimiento de Jesús, aun cuando existen varias teorías sobre
el origen del 25 de diciembre como día de la navidad. Durante miles de años
hemos rendido culto a los actos representativos, imágenes y objetos de esta fecha,
muchos de ellos sin pertenecer a nuestra cultura, por dar un ejemplo el
infaltable árbol de navidad cuyo significado es más decorativo que religioso.
En fin, era importante
para mí remontarlos a algunos puntos sobre el origen de la navidad y así
recordar que el sentido de esta fiesta desapareció en el instante en que
decidimos dejar de pensar y sentir para ser una copia poco auténtica lejos de
lo que nuestra historia nos ha dejado. Pero ¿qué es lo verdaderamente
importante para la mayoría de las familias? ¿Cuándo sentimos que diciembre fue
lo máximo? Pues cuando se ha estrenado ropa y calzado y se ha ingerido el
suficiente licor, porque para muchos es la mejor forma de celebrar el
nacimiento del Hijo de Dios.
En la navidad, la mayor
época de gastos en el año, tenemos que arreglárnosla para decorar la casa
decentemente y acorde con las últimas tendencias en diseños navideños (así el
vecino no nos tachará de simples), si en un año el color que predominó fue el
azul, en el próximo será el dorado, y así nos la pasamos copiando lo que la
moda nos indique. Y ni hablar de los regalos, porque si no los damos ni los
recibimos, no tuvimos navidad, es más la consideraríamos una época que se pasó
en blanco. De hecho, para muchos, el acto de regalar está por encima del
verdadero mensaje de la época: unión, fraternidad, compartir, pero no cosas
materiales, a veces se comparte más brindando regalos intangibles como escuchar
a aquella persona con la que nunca te has sentado a conversar. Son cosas de
gustos, pero lo que sí no se discute, es la vuelta monstruosa que ha dado el
sentido de la navidad.
El otro problema
añadido a los excesos, es ese mecanismo estúpido de la conservación u
ostentación: el precio. No queremos parecer un tanto tacaños al ofrecer dádivas
de poco valor comercial, por ello nos agarramos de la mejor marca y el objeto de
moda para nuestros aguinaldos como la mejor tarjeta de presentación. El otro
martirio del bolsillo y el más delicioso a la vez, es la gastronomía; los
excesos con las famosas recetas culinarias de navidad roban el mayor tiempo en
el mes de diciembre, con semanas de anticipación las familias empiezan a
preparar en cantidades exageradas los deliciosos manjares, que aún en la
llegada del año nuevo estamos disfrutando.
Pero el exceso que sí
se vale es el del alto costo de los tiquetes de viaje, todos comparten la
alegría de trasladarse a otros lugares para reencontrarse con sus seres
queridos, y es ahí cuando no importando los sacrificios la navidad se convierte
en la excusa perfecta para sacar lo bueno que hay en cada uno. En algún tiempo
odié la navidad, porque todo era felicidad temporal, me preguntaba una y otra
vez porqué esta fraternidad no se extendía al resto de las épocas del año, la
respuesta aún no la concluyo, solo me queda por deducir que este mes trae una
magia inexplicable que nos hace gastar dinero como locos, tanto, que no nos da
tiempo (a los creyentes) de valorar el significado de la natividad.
Navidad tiempo de
excesos, de tarjetas de créditos desbordadas, momento de aumentar kilitos sin
remordimientos, de reconciliación, de rumba, en fin, cada quien la vive a su
gusto sin detenerse a pensar que lo único que estamos haciendo es hacer de
diciembre, el mes del mercadeo más agitado del mundo. Sin más palabras, feliz
navidad para todos, ámense y saquen bien sus cuentas, no sea que el 2014 los espere llenos de deudas.
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