Soy una madre de la
nueva era y a veces me siento confundida, en un lado del ring tengo a los
veteranos que desde mitad del siglo pasado vienen experimentando el tema de la
crianza, y del otro lado a los padres del presente siglo aquejados y con un
argumento que nos lleva a pensar que los métodos para la educación de nuestros
pequeños debe basarse en los recientes estudios sicológicos, determinando que
el éxito de la relación padres-hijos es la comunicación a través del diálogo.
Hoy día vemos cómo
nuestros jóvenes se desmoronan sumergidos en una sociedad puerca y
desmoralizada donde todo está permitido menos hacer respetar los derechos del
ser, las estadísticas muestran cada vez a más menores de edad delinquiendo,
perdidos en la drogadicción, alcoholismo, amando al dios del dinero y
prefiriendo una vida sin sacrificios. La culpa se la echan a la famosa “era del
merecimiento” título que le han colocado a algunos métodos erróneos de
educación moderna. Ahora bien, los adolescentes que oscilan hoy en edades de 14
a 17 años, nacieron en la década del 90, en esa época aún no teníamos claro
algunos conceptos sugeridos a la crianza contemporánea ya que la dádiva paternal
vino después del 2004 aproximadamente, y las nalgadas y la chancleta quedaron
en la historia para evitar traumas en los niños.
La reprenda antigua
sugiere castigos con dolor, gritos y hasta humillaciones, o quién, nacido hace
más de veinte años no recuerda un grito de la mamá delante de los amigos. Las
familias de hoy y que crecieron bajo ese modelo, son los que intentan criar a
sus hijos con un patrón que más parece un híbrido, es decir, una mezcla del
antiguo modelo y las normas actuales cuyos estudios arrojan que éste último es
donde hay mayor realización personal y social.
Este modelo de crianza sugiere
a los padres seguir las instrucciones de muchos libros especializados en el
tema; los que hemos tenido la oportunidad de leer algunos ejemplares, nos
podemos dar cuenta que un libro y otro no se terminan de poner de acuerdo, ya
que el estudio del primero refuta lo que analiza el segundo. Es aquí donde
vienen las confusiones. Estamos tan ocupados intentando experimentar lo que nos
dice uno o varios libros al respecto y olvidamos lo más importante: las propias
necesidades de nuestros hijos, recordemos que cada niño tiene una personalidad
y por lo tanto una necesidad única de crianza. Aun cuando los libros son buenos
porque nos sirven de guía, debemos saber identificar el problema y preguntarle
al niño qué necesita y cómo se siente al respecto de… no me refiero a malcriar,
sino a conocer el espíritu mismo de nuestros hijos y llevar una ruta instintiva
en su educación, en otras palabras, un equilibrio que no nos permita ser
indulgentes pero sí muy atentos y pendientes de cada detalle.
Volviendo al tema de la
vehemencia en los jóvenes de hoy, producto sin duda de su crianza, razón tienen
algunas instituciones educativas cuando promocionan la frase “aquí se imparten
conocimientos, el niño debe venir educado de casa”. De la formación que demos a
nuestros hijos, así mismo será su adultez. En estos tiempos son demasiado los
distractores que nos hacen fracasar en la tarea, por ejemplo: a un niño
hiperactivo preferimos tranquilizarlo dándole un aparatico con programas de
videojuegos que estimulan la mente asesinando monstruos o aniquilando objetos
extraños, después se preguntan por qué ese joven se comporta de una manera u
otra. Hace unos días escuché algo que llamó mi atención, en un restaurante de
EE.UU. colocaron en la entrada una cajita de madera, los comensales que guarden
ahí su celular obtendrán un 10% de descuento en su factura, una estrategia
magnífica para estos tiempos donde la familia ya no aprovecha este espacio para
estimular el diálogo.
La mejor herramienta
para formar seres ecuánimes es conectarnos con nuestros hijos y a través de un
diálogo constante y persistente conocer su interior, establecer sus principales
necesidades y ayudarles a convertir las debilidades en fortalezas, cualidades
que serán su propio sello en la sociedad.
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